La regulación de los procesos electorales en México,ha sido resultado de diversos hechos que nos han enseñado la relevancia de una cancha pareja que bien puede alterarse, sin desestimar varios más rubros. Por un lado, en el importante flujo de dinero que puede entrar a una campaña electoral (independientemente de donde provenga) y de otro, la intervención del gobierno en turno para mantener sus posiciones o intereses. Ambos problemas, exigen de un árbitro con mano dura.
En ese tenor y en particular sobre la actuación del gobierno, desde el porfiriato hasta las últimas elecciones federales, en las que ha existido una clara siembra de la semilla de la duda en las autoridades electorales, el papel del presidente de la República o incluso algunos gobiernos estatales, ha tenido una influencia decisiva en procesos electorales. Hoy desde palacio nacional hay un claro y cínico ejemplo de intervención, que no puede ser tolerado.
Y es que hay que decirlo claro, porque el uso faccioso de las instituciones de investigación o procuración de justicia a nivel federal, trabajan más por limpiarle el paso a las candidaturas del partido en el poder, que de limpiar objetivamente la corrupción de actores políticos. Nuevo León es el caso más reciente, donde además se vive la más clara muestra de que todo puede ir cambiando durante una campaña y que nada está dicho hasta el día de la jornada electoral.
El manejo mediático de la información durante las campañas es de una influencia trascedente e irreparable, por eso mismo la importancia de las mañaneras. Pero pese a estar un poco implícito, tampoco se habla con plena contundencia de las repercusiones, como en el caso mismo de Nuevo León, de la confianza democrática y económica que representa una campaña limpia.
Competidores, autoridades electorales y servidores públicos, tienen una investidura que debe servir en todo momento para sumar a la confianza y credibilidad del proceso electoral, y como resultado, derivar en una incertidumbre característica de la democracia, aquella en la que se sabe quiénes compiten, pero no quiénganará, porque todos están en igualdad de condiciones. Así el juego es realmente competitivo y no hay elementos, como el del dinero que ya mencionaba, que puedan dar ganadores por anticipado.
El control de las elecciones debe estar en manos de la ciudadanía, bajo el árbitro de autoridades que garanticen su buen desarrollo y que no sean descalificadas desde el inicio por candidatos que prevean un resultado adverso. Hoy hay mucho de la mano del gobierno en la elección, pero su resultado en la voluntad popular no siempre se dirige a donde sea desea, ponto sabremos la valoración real. Les saludo con aprecio.